Juan Antonio Montero | Psicólogo y cofundador de Gymchess.

El pasado martes el Gran Maestro José Carlos Ibarra visitó “La Revuelta” y jugó una partida “a la ciega” con David Broncano. Algo muy meritorio, jugar a la ciega, pero que además tenía la doble dificultad añadida de que lo hacía en directo delante de millones de personas que lo podían ver por televisión, más el bombardeo de comentarios (de todo menos inocentes) del propio Broncano y de sus colaboradores.

Pero, ¿realmente es tan prodigiosa la exhibición que realizó el Gran Maestro murciano?, ¿o nuestro cerebro es capaz de hacer muchas más cosas de las que nos imaginamos? Para ir contestando a esta pregunta, imaginemos que se ha ido la luz en nuestro edificio y tenemos que subir las escaleras absolutamente a oscuras, abrir la puerta y llegar a nuestra habitación. Dificultoso, ¿verdad? pero al final lo conseguiríamos. Realmente es algo así para el ajedrecista de alto nivel, porque muchos son capaces de jugar a la ciega, pero con el añadido a favor de éste de que todo lo realiza a nivel mental y no físicamente.

Quizá lo más meritorio de Ibarra haya sido no ya jugar a la ciega, con lo gran ajedrecista que es, sino ser capaz de hacerlo en esa situación y aguantando de maravilla el chaparrón que caía… Vamos a analizar qué capacidades mentales puso tan estupendamente en juego, aunque él seguramente no fuera consciente de ello…

En primer lugar, sin duda, las habilidades viso-espaciales: son las que usamos continuamente para calcular distancias y no chocar con los objetos, moverlos junto a otras imágenes en nuestra mente, o evocar un recuerdo y navegar por él. Cuando eres experto, como lo es el Gran Maestro, esto no es demasiado complicado, y más si te encuentras con algo para él tan familiar como es el tablero de ajedrez, con sus coordenadas geométricas y espaciales.

Voy a poner un ejemplo para quienes simplemente saben cómo se mueven las piezas y deseen ponerse a prueba: Imaginen un caballo colocado en una casilla cualquiera de una columna o de una fila del tablero, la que sea, que se encuentre en uno de los cuatro extremos; ahora, calcule el menor número de movimientos en que llegaría ese caballo a cualquier otra casilla de la fila o columna del extremo contrario…

En cuatro, efectivamente. Usted sin duda ha utilizado una mezcla de visualización (ha “visto” el caballo en el tablero), de cálculo (es casi seguro que habrá intentado contar las casillas por las que se movía), de memoria semántica (ha recordado, tirando de su “cultura general”, cómo se mueve el caballo), y mientras hacía todo esto, tenía en cuenta la distancia de un extremo a otro, utilizando las habilidades visoespaciales a las que ya antes nos referimos, y además ha resuelto un problema (tenía como opciones probables tres, cuatro o cinco movimientos, pero al final se ha decantado por los cuatro). Nada más que esto, pero nada menos.

Pero no se queda todo ahí. Veamos la atención. Cuando eres experto en algo te puedes permitir el lujo de utilizar tu atención dividida sin miedo a que te falle: puedes, por ejemplo, conducir tranquilamente mientras hablas de forma animada o incluso si estás de risas con el acompañante; pero hasta el más osado conductor pasa al modo atención focalizada (que supone centrarnos exclusivamente en una tarea u objeto) cuando se propone adelantar a un camión. Aquí, realmente, Ibarra no jugaba contra un camión en forma de campeón del mundo, por ejemplo…

Pero el Gran Maestro tuvo que realizar un auténtico despliegue de excelencia atencional: para un ajedrecista de su categoría, jugar “a la ciega” con un jugador muy inferior no supone ningún problema, pero cuando te están viendo millones de personas, y además te llueven comentarios y chistes (¡algunos a los que era imposible hacer oídos sordos!), la cosa ya no es tan sencilla: aquí entra en juego la siempre eficaz “atención selectiva”, la capacidad para concentrarse en lo importante, desechando los estímulos distractores: es lo que hacemos por ejemplo cuando estamos en una fiesta bien ruidosa pero no queremos perder detalle de lo que hablamos con nuestro interlocutor.

Y veamos cómo se acordaba Ibarra de las jugadas. Hay dos tipos de memoria que fundamentalmente utilizó nuestro Gran Maestro: la primera es una especie de estrategia memorística basada en la asociación de aquellos objetos que deseamos memorizar con lugares o referencias físicas que conozcamos perfectamente. Volvamos a la metáfora familiar: para Ibarra, el tablero de ajedrez es su casa y lo conoce perfectamente; y así, cuando Broncano le dice que el alfil lo pone en la casilla a4, es como si a usted le dicen que han colocado la llave del coche encima de su microondas. Es muy probable que con este simple comentario usted haya visualizado inconscientemente esas llaves en el microondas de la cocina.

Y el segundo tipo de memoria utilizada, es la muy sofisticada memoria de trabajo: se define como la capacidad para manipular la información que hemos retenido. Vamos a comprenderla mejor con un ejemplo. Realice este sencillo cálculo: 2 + 5 x 3 – 10 + 1 = …

Doce, efectivamente. Así actúa esta memoria: para el ajedrecista, un alfil que se mueve a determinada casilla, que después ocupa otra, y que desde ahí controla otras cinco casillas… Típico memoria de trabajo. Así se complementan y actúan conjuntamente las estrategias de memorización y la Memoria de Trabajo en la mente del Gran Maestro: las primeras, ayudan a situar mentalmente las piezas; la segunda, ayuda a su manipulación.

Pero además, por si todo este arsenal fuera poco y además nos quieren hacer trampas (como lo intentó el amigo Broncano), siempre podremos echar mano de la memoria visoespacial, que es aquella que utilizamos teniendo en cuenta las coordenadas físicas y espaciales del entorno: “No, esa pieza no estaba ahí, esa pieza estaba en esta otra casilla…”.

La mente del ajedrecista está muy bien entrenada. También su capacidad para concentrarse y para afrontar problemas. Y situaciones bien complicadas y completamente fuera de control… Y es que el cerebro se puede entrenar, y hay instrumentos y técnicas realmente efectivas para ello.

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