Juan Antonio Montero
Psicólogo

En momentos de estrés intenso necesitamos que el lóbulo frontal y otras regiones cerebrales nos ayuden a gestionar la situación: primero, regulando el estrés; después, activando funciones ejecutivas. Si desarrollamos las habilidades mentales necesarias para ello, podremos solucionar no sólo grandes tensiones profesionales y académicas sino también pequeñas complicaciones en nuestra vida cotidiana.

Una receta india

Imaginemos que vamos a preparar una comida un tanto especial con una receta india que ya hemos aplicado otras veces; tenemos los ingredientes idóneos. Aunque es más bien informal, están invitados compañeros de trabajo (y algún jefe); incluso hemos alardeado un poquito de nuestra habilidad para cocinar este tipo de platos. Hay dos aspectos que son cruciales para un resultado delicioso: cuidar de que cada ingrediente esté el tiempo justo y con la intensidad adecuada en el fuego, y tener a mano las especias apropiadas para esa receta en cuestión.

Empezamos a reunir en la encimera los componentes mientras calentamos leche de coco a fuego moderado. De pronto, una compañera de trabajo, con la que tenemos mucha confianza, nos llama: el compañero X, recién llegado a la empresa y que promete ser muy eficiente, le ha confesado que prefiere no venir porque no se va a sentir muy a gusto. Ella le pide a usted que lo llame e intente convencerlo, porque la causa real quizá sea timidez. Usted le promete hacerlo. Recién termina la llamada, un vecino muy allegado que está fuera le llama para pedirle que esté pendiente de un paquete que traerá un mensajero, y que lo revise antes de firmar porque es frágil; el vecino aprovecha y le cuenta ya de paso un problema con la comunidad de vecinos que le preocupa.

Usted empieza a notar algo de estrés por acumulación de tareas, pero su prioridad es la comida. Vuelve a los ingredientes cuando, de pronto, repara consternado en que se le olvidó reponer el jengibre tras la última vez que cocinó al estilo indio; y esta receta precisamente se llama “…al jengibre”. Y,como las desgracias nunca vienen solas,repara por fin en un olorcillo al que no hizo mucho caso mientras hablaba por teléfono, y que después ignoró del todo, y se da cuenta de que la leche de coco puesta en el fuego -era toda la que tenía- no la ha retirado a tiempo. El bonito blanco del coco está siendo sustituido por un sospechoso tono grisáceo que más bien huele ya a quemado.

El estrés crece. Es el momento de regularlo y de activar las funciones ejecutivas desde el lóbulo frontal y otras partes del cerebro. Nos repetimos, hasta convencernos: “Tranquilo, saldré adelante, solo tengo que organizarme bien y resolver cada problema”.

En una situación así hay que ordenar recursos mentales: A) Buscar en internet si hay sustitutos adecuados para el jengibre y la leche de coco; o acudir rápidamente al supermercado de la esquina; B) En este último caso, enviar un audio al vecino para que intente precisar a qué hora llegará el paquete; C) Llamar al compañero de trabajo -quizá mientras va al súper- y aprovechar para comentarle su desgracia con la receta, de modo que ya no será una conversación demasiado formal y algo forzada; ambos se relajarán, y será también más fácil convencerle de que venga; D) Calcular los tiempos disponibles para cada tarea hasta la hora de llegada de los comensales.

Funciones cognitivas complejas: funciones ejecutivas

Este ejemplo es una muestra de cómo, gracias a la capacidad que tiene el lóbulo frontal para gestionar el funcionamiento de otras regiones cerebrales, los humanos podemos interrumpir una respuesta emocional no adaptativa (estrés traducido en incertidumbre, desconcierto e irritabilidad) en una situación determinada, y poner en marcha una serie de procesos mentales, las ya mencionadas funciones ejecutivas.

Estas funciones nos ayudan a planificar, coordinar y supervisar la conducta de manera flexible para conseguir nuestros objetivos. Son, en definitiva, unos procesos cognitivos, llamados de orden superior, que regulan y organizan nuestra conducta, fundamentales para el desempeño de los seres humanos en el ámbito profesional y académico, pero también y como hemos podido ver, en la gestión de muchas de las pequeñas y no tan pequeñas decisiones que tomamos en la vida diaria.

En esta situación concreta, que parecía automatizada y se complicó, los procesos fueron:

  • Toma de decisiones: elegir entre las alternativas que nos hemos ido planteando para cada situación.
  • Resolución de problemas: persuadir al compañero para que venga, llevar a buen término el encargo del vecino, sacar a flote la comida.
  • Regulación emocional y de conducta: controlar emocionalmente la suma de imprevistos e inconvenientes acumulados.
  • Generalización de aprendizajes: aprovechar lo aprendido en situaciones anteriores (no somos novatos en la cocina) para transferirlo a ésta.
  • Adaptación a situaciones imprevistas y novedosas: aceptar la nueva situación al cien por cien, sin que ello implique no utilizar todo lo que uno sabe.
  • Sentido de la actividad: tener presente siempre la intención de lo que deseamos hacer.
  • Hacer planes, organización, secuenciación de pasos: identificar los componentes de la actividad y establecer los pasos en cada momento adecuado.
  • Resistencia a la distracción y la interferencia: superar la distracción o información irrelevante que hemos encontrado (llamada al compañero, recogida del paquete, contratiempo con algún ingrediente)mientras resolvemos el auténtico problema o la tarea planteada, que es la terminación a punto de nuestro plato.
  • Organización y manejo del tiempo: control consciente del tiempo empleado en cada momento (mientras hablamos por teléfono, atendemos al repartidor o buscamos los ingredientes), para aumentar la productividad hacia la meta final.

Es un amplio bagaje de recursos, y no somos muy conscientes de ellos. Pero, tomando la clásica definición de Muriel Lezak, todos ellos y algunos más, son las habilidades mentales que nos permiten llevar a cabo la formulación de metas y la planificación necesaria para una conducta eficaz, creativa, y socialmente aceptada. En nuestro caso, y dándole a cada cosa la importancia que se merece, que nos salga muy bien la comida y que nuestros compañeros queden satisfechos. Y en la sobremesa, ya sin sobresaltos, podemos incluso aprovechar para hablar sobre las relaciones entre las recetas indias y el cerebro.